La mañana amaneció lluviosa, fría y ventosa, preparamos la mochila y partimos al puerto, algunos viajeros ya habían llegado, pensábamos que el gomón no iba a partir, pero no fue así, a pesar del clima, partimos, primero nos dieron las capas y los salvavidas, , mientras navegamos por la ría bien, se movía un poco, pero nada impresionante, el problema llegó cuando entramos a mar abierto. El mar estaba bastante picado y el gomón saltaba bastante. Nos dijeron que nos sentáramos y acompañaramos el salto, pero la verdad que daba miedo. La travesía duró una hora y un poco más. Al fin arribamos, pero los problemas no terminaban allí, en la isla no hay muelle, asique hay que saltar de la nave a la isla, cubierta de restinga, que con la llovizna estaba muy resbaladiza. No era fácil caminar por entre las piedras, había que fijarse bien donde poner el pie. Con mucho cuidado seguimos a Daniel por los sectores donde debíamos caminar, para evitar molestar a los animales.
El objetivo era conocer los pingüinos de penacho amarillo.
Primero avistamos la colonia de los magallánicos, luego nos acercamos a los lobos, que retozaban sobre las piedras, pero había que llegar al otro lado de la isla para ver los pingüinos de penacho amarillo.
Nunca los habíamos visto, son muy pintorescos, comparten junto a los magallánicos, pero cada uno con su grupo.
En la isla, hace muchos años, existía una lobería, donde se hacían grandes matanzas de estos animales, para sacar la grasa y el cuero. Años después se construyó un faro que ya no es utilizado como tal, pero la construcción se mantiene. La isla no cuenta con infraestructura ni sanitarias ni de ningún tipo, hay que utilizar como sanitarios de señoras un hondonada natural.
En el sector de los pingüinos nos convidaron con unos mates, que la verdad algo calentito nos hizo bien. De regreso nos brindaron el almuerzo.
Prepararon las mesitas de camping, los vasos de las conservadoras sacaron unos exquisitos sandwiches y de postre manzanas.
Al regresar para embarcar tuve un pequeño accidente. Me daban la orden de que me tomara de las barandas de la nave y así lo hice, pero al momento de dar el paso se movió el gomón y quedé colgando. Por suerte uno de ls excursionista, rafaelino y otro francés, me ayudaron a caer dentro del gomón. en una de esas quedaba como alimento de los lobos.
Ya embarcados, iniciamos el viaje de regreso y empezamos a ver los delfines australes , las toninas, hermosos, acompañaban al gomón.
a pesar del día, de las inclemencia del tiempo y el accidente, pudimos disfrutar de una experiencia distinta.
Esa tarde, fuimos a conocer la ex estación del ferrocarril, que los jubilados ferroviarios convirtieron en museo. El edificio por fuera está intacto, no asi el interior que ha sido realmente saqueado.
Mientras atendíamos las explicaciones del guía, nos conocimos con un matrimonio cordobés que estaban recorriendo el sur.
Temprano nos fuimos a refugiar en la cabaña porque el frío arreciaba. Burako, cena y a descansar.
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