El día amaneció ventoso pero con un sol radiante, desayunamos y partimos hasta encontrar el camino que nos llevaría al Parque nacional de los bosques petrificados de Jaramillo.
50 km de ripio, en partes no muy bueno, era transitar la nada, a una velocidad de 30 km por hora, la verdad es tedioso, en algunos tramos se podía avanzar un poco mas, a 50, pero no mas. Después de hora y media llegamos al lugar, donde la guardaparques nos explicó el camino que debíamos hacer.
Realmente uno no alcanza a dimensionar lo que está viendo, un bosque petrificado que preserva un yacimiento fósil que dicen que son las únicas del mundo. El paisaje desértico, no se ve a la redonda ningún árbol, nada verde y ver esos troncos, da la sensación que estamos en otro mundo.
Como de costumbre Sara buscaba algunos restos para llevárselo para su colección, pero de regreso a la administración fue sorprendida por la guardaparque que le decomisó el material.
En el camino, paramos en el camping para hacer el almuerzo, mientras Sara salió a recorrer el lugar a buscar material para su colección, Celia y Yo armamos, la mesa y preparamos el almuerzo, ensalada de tomates y zanahoria rallada, salamín, queso y fruta. En la zona aledaña al camping hay unas casillas de Ecominera, preguntamos y nos enteramos que están haciendo estudios para conocer el rendimiento que tendría el yacimiento de oro y plata. Si estas minas, como está pasando en San Juan, Catamarca, etc, necesita agua para la explotación, nos preguntamos de dónde la sacarán, ya que la estepa es desértica y hay lagunas secas, que según nos informara la guardaparque, se llenan en invierno en la época de las lluvias.
o terrible es que siguen contaminando el planeta, parece que a nadie le importa que será de nuestros niños y los del futuro.
Terminado el almuerzo, cargamos el auto y partimos a Puerto Deseado, al llegar, paramos en una casa de turismo para averiguar que excursiones podíamos hacer, allí mismo contratamos la ida a la pingüinera al día siguiente y Javier, unos de los dueños de la empresa nos mandó a hablar con la dueña de las cabañas Las Toninas, que resultó ser su madre.
Muy linda la cabaña, muy bien equipada , hasta con wi fi y Susana, la dueña un encanto, nos trajo yerba, café, saquitos de te, frutas de sus frutales, peras y manzanas, y un budincito.
Como es costumbre salimos a recorrer la ciudad y por supuesto a buscar una panadería. El centro comercial no es muy grande, asique lo recorrimos enseguida. De regreso nos preparamos para la partida de burako y picar algo.
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